Diseñar con, no para:Una reflexión latinoamericana sobre co-creación en escuelas

Por Monserrat Aranzazú Moreno García
México · Diseñadora de Servicios, Investigadora de Usuarios y Educadora

Monserrat Moreno García es una diseñadora de servicios y educadora radicada en México.
Trabaja en la intersección entre diseño, educación y práctica colaborativa, con un enfoque en procesos participativos en escuelas y entornos de aprendizaje. Su formación combina diseño de servicios, investigación de usuarios y diseño instruccional. Ha liderado iniciativas de co-creación en instituciones de educación superior públicas y privadas, incluyendo la Universidad de Guadalajara, una de las más grandes de México con más de 310,000 estudiantes, e ITESO, la universidad jesuita de Guadalajara, con una comunidad de más de 10,000 personas. Su trabajo impulsa experiencias educativas inclusivas, contextualizadas y centradas en la toma de decisiones compartida.


La pregunta detrás de todas las preguntas

¿Qué pasaría si las escuelas dejaran de diseñar para estudiantes y familias… y comenzaran a diseñar con ellas?

Ese cambio tan simple —de la prescripción a la participación— está en el corazón de muchas reformas educativas en el mundo. En México, por ejemplo, el modelo de la Nueva Escuela Mexicana (NEM) propone una idea poderosa: las escuelas deben ser espacios corresponsables, donde estudiantes, docentes, familias e incluso vecinos participen en el diseño del entorno de aprendizaje compartido (SEP, 2022).

Cuando escuché a una maestra mexicana describir este enfoque en un pódcast, reconocí inmediatamente el lenguaje del diseño de servicios, aunque nunca usó esas palabras. Habló de decisiones compartidas, resolución de problemas reales, participación comunitaria y la valentía de sentarse con las familias a preguntar: ¿qué hay que cambiar? (Lázaro, 2024).

Pero la reacción fue muy reveladora: el video recibió más de 200 comentarios. La mayoría eran críticos, emocionales, incluso escépticos.

Analicé más de 40 de esos comentarios, seleccionados al azar.
Y lo que encontré no fue solo desacuerdo: fue un espejo.
Reflejaba miedo, agotamiento y tensiones históricas que cualquier escuela, en cualquier parte del mundo, puede enfrentar al intentar co-crear.

Lo que revela la resistencia

Cinco narrativas comunes surgieron de los comentarios de TikTok:

“Suena bonito, pero la realidad es otra.”
Muchos consideraron que la propuesta era idealista, creada desde el escritorio, sin conexión con la vida real del aula.

“La escuela no puede resolverlo todo.”
Varios rechazaron la idea de que los docentes o directivos asuman tareas que corresponden a otras instituciones (infraestructura, salud, seguridad).

“Los padres no participan o no se puede confiar en ellos.”
Algunos opinaban que las familias no tienen interés o compromiso, lo que hace inviable la colaboración.

“Esto solo es más trabajo para nosotros.”
Docentes expresaron sentirse desbordados, mal pagados y emocionalmente drenados. La co-creación sonaba como presión extra, no como apoyo.

“Dejen de romantizar la reforma.”
Surgió un escepticismo profundo en quienes han vivido muchas reformas fallidas. Para ellos, esto parecía otro experimento político, no un cambio significativo.

¿Qué significa esto?

No son solo quejas. Son datos emocionales.
Nos muestran que co-diseñar no es solo una metodología: es un cambio cultural.
Toca temas de identidad, confianza, poder y expectativas (Stickdorn et al., 2018).
Y por eso cuesta tanto. Pero también por eso vale la pena.

La co-creación es global, pero el contexto importa

Esta reflexión forma parte de una conversación internacional más amplia. Linda Paulauska, egresada del Erasmus Mundus Joint Master’s en Estrategias e Innovación en Diseño de Servicios (SDSI), me invitó a escribir este artículo para una revista que será distribuida en escuelas de Letonia, Estonia y Finlandia.

Eso importa.

Porque nos recuerda que, aunque la co-creación se vea distinta en cada lugar, algunas resistencias son universales.

Ya sea en México, Letonia o Finlandia, nos enfrentamos a las mismas preguntas:
¿Quién decide? ¿Qué significa realmente “participar”? ¿Hay tiempo para esto? ¿Servirá de algo?

Reconocer que la co-creación es un reto humano compartido, no solo una política local, nos permite conectarnos mejor, reflexionar y acompañarnos en el proceso.

Un ejemplo real: el mural y la banqueta

En una escuela pública del occidente de México, una iniciativa de co-creación transformó una banqueta en mal estado en un mural colorido y seguro. Todo comenzó con una preocupación: ¿qué podemos hacer para recuperar este espacio y hacerlo seguro para los jóvenes?

Lo que siguió fue una experiencia de diseño participativo:

  • Las niñas y niños aplicaron matemáticas para cuadricular la superficie.

  • Usaron arte, ortografía, teoría del color y caligrafía.

  • Los docentes facilitaron, pero no controlaron.

  • Las mamás llevaron comida, ayudaron a pintar, se quedaron a conversar.

  • Un artista local donó su tiempo y conocimiento para guiar el diseño.

Trabajaron juntos: estudiantes, maestros, familias, vecinos.
El mural no fue solo pintura. Fue un aula viva, donde se entrelazaron habilidades académicas, conexión emocional y construcción comunitaria.

Sin herramientas especiales.
Sin consultores externos.
Solo personas, tiempo y confianza (Ehn, 2008).

¿Por dónde empezar? Una herramienta práctica

Si eres docente, madre, padre o directivo escolar y te preguntas cómo comenzar, puedes usar esta herramienta visual diseñada para guiar sesiones breves de co-creación:

Figma Workshop Template: Co-Creation Conversation Activity

Plantilla de Figma: Actividad de conversación para co-crear en la escuela
Diseñada para ayudar a pequeños grupos a mejorar experiencias cotidianas en solo 30–60 minutos.

No necesitas ser facilitador profesional. Solo curiosidad y cuidado.

Por qué funciona:

  • Parte de algo real (como la hora de comida o la salida escolar), no de un problema abstracto.

  • Invita a todos —estudiantes, docentes, familias— a participar.

  • Evita culpas y enfoca la energía en creatividad y prueba.

  • Es ligera pero profunda: el objetivo no es perfección, sino participación.

Consejos para aplicarla:

  • Empieza en pequeño. No intentes arreglar todo el sistema: elige un momento.

  • Hazlo visible. Usa papel, plumones o la plantilla digital para mapear ideas juntos.

  • Mezcla roles. Las perspectivas diversas enriquecen las soluciones.

  • Celebra lo que se haga. Un cambio mínimo puede transformar el ambiente.

  • Repite. Un ciclo lleva al siguiente.

Eso es co-crear.

No es una gran estrategia.
No es una línea de presupuesto.
Es un acto honesto y compartido de cuidado.

Lo que aprendemos al escuchar

Comencé este artículo con una observación simple: la co-creación suena bien, pero suele encontrar resistencia. A veces ruidosa. A veces emocional. A veces dura.

Pero esto es lo que hoy creo:

La gente no resiste la participación. Resiste la simulación.
Resiste que la inviten sin poder decidir.
Resiste que la escuchen sin ser tomada en cuenta.
Resiste que la culpen cuando las cosas fallan.

Así que si de verdad queremos integrar la co-creación en las escuelas, debemos hacerlo con honestidad, con tiempo y con otros.
Aceptando la incomodidad.
Celebrando lo pequeño.
Redefiniendo el éxito: no como un resultado perfecto, sino como un proceso compartido.

Un pequeño acto puede cambiarlo todo

Si aún no sabes por dónde empezar, empieza aquí:

Haz una sola pregunta “¿Cómo podríamos…?”.
Escucha a una madre o padre que nunca antes fue invitado.
Pide a un estudiante que dibuje cómo sería su día ideal en la escuela.

Y desde ahí… sigue construyendo.

No tienes que arreglar el sistema.
Solo tienes que abrir la puerta.

Porque la co-creación no es una moda.
Es un acto silencioso, persistente… de esperanza.

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Designing With, Not For:A latin american reflection on co-creation in schools